HISTORIA DEL EMBALSE
La reciente historia de El
Peñol, comenzó a gestarse desde 1.964 con la construcción del embalse
hidroeléctrico del Rio Nare en el oriente de Antioquia, y con este el
embalsamiento de las cuencas de otros ríos tales como el rio Guatapé, El
Punchiná y El Calderas.
Recordemos entonces, que
el oriente antioqueño es una subregión especialmente privilegiada para la
generación de energía hidroeléctrica. El primer aprovechamiento importante fue
el del Rio Nare, pues hacia el año 1.926 las industrias del Valle de Aburrá, ya hacían
una considerable demanda de energía para el crecimiento industrial, lo que
motivó al ingeniero e intelectual Jorge Villa Carrasquilla (Jovica), a iniciar
un programa expansivo, siendo el primer explorador de las posibilidades del Rio
Nare, quien identificó sus desniveles, las principales caídas y el posible
aprovechamiento económico.
También se consideraron
otras alternativas por parte de las empresas públicas municipales como
Riogrande en Don Matías, La Sucia en Ebéjico, el aura en San Jerónimo, etc.
Proyecto Hidroeléctrico.
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El rio
nace en la vereda Pantanillo del municipio de El Retiro, en la parte alta se
llama Rio Negro y se caracteriza por ser relativamente caudaloso en su corto
recorrido; posee numerosas quebradas y riachuelos tributarios, entre ellas
están: Quebrada Bonilla, Quebrada El Pozo, Quebrada Las Cuevas, Quebrada La
Magdalena, Quebrada La Chapa, Quebrada La Hondita, Quebrada El Carmelo y
Quebrada La Pedregosa en Concordia, entre otras.
En el año 1.955 la sociedad general de estudios y servicios industriales (Sogeico) presentó un estudio preliminar para construir dos centrales hidroeléctricas con embalses a diferentes niveles en las jurisdicciones de Alejandría y El Peñol. Para completar estos estudios, las empresas públicas de Medellín, contrataron el levantamiento aerofotométrico con la firma levantamiento planimétricos (Lap). Estos estudios consideraron entonces, la posibilidad de desviar las aguas de Rio Nare hacia el río Guatapé, aprovechando una diferencia altimétrica de cerca de 800 metros. Todos los estudios coincidían en afirmar que la obra que se hiciera, implicaba inundar necesariamente el área urbana de El Peñol.
La construcción del
complejo hidroléctrico Nare-Guatapé estaba prácticamente decidida en 1.958.
Mediante el represamiento de 1.220 millones de metros cúbicos de agua y la
construcción de dos centrales subterráneas, se tendría una potencia estimada de
500.000 kilovatios, cuando entonces se contaba con 140.000 kilovatios.
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Este proyecto se ideó
exclusivamente para atender las necesidades energéticas de Medellín, sin contar
para nada con el posible desarrollo de la población afectada. Las personas del
común, recibió estas informaciones con escepticismo, ya que la magnitud
de la obra no daba para atenderla y no faltaron los ciudadanos que fueron hasta
el ministerio de fomento, para cerciorarse de estas posibilidades. El ministro
de aquella época doctor Rodrigo Lloreda, le manifestó a estas comisiones que ni
comprometiendo el presupuesto nacional por 10 años, se podría realizar este
proyecto y que por lo tanto no valía la pena pensar en esto.
La sociedad Edison de
Milán y la firma ingeniera técnica general (integral), acometieron los estudios
definitivos para el proyecto básico de la primera etapa de la central Guatapé, y la preparación
de las especificaciones para las construcciones requeridas y la adquisición de
equipos. Ya en 1.964 el banco interamericano de reconstrucción y fomento,
aprobó un crédito de 45 millones de dólares para financiarlo, pagaderos en 35
años mediante cuotas anuales e intereses de 5 % anual. Además, los usuarios de
la empresas públicas, vieron incrementadas sus facturas mensuales por esta
causa y ante el prestigio de la entidad y sus positivos planes esto fue
aceptado por la ciudadanía, tal como lo anotó el ingeniero interventor de
control – Luis Guillermo Wolf Ospina-, en sus escritos para la revista de
auditoría de las empresas públicas de Medellín.
Poco a poco las
comunidades empezaron a darse cuenta de la realidad y desde 1.963 se sintieron
amenazadas, ya que el paso de las grandes máquinas por las estrechas calles de
El Peñol y Guatapé, destruyó en muchas ocasiones aleros, techos, esquinas y
calles, presagiando algo fatal.
Se levantaron los ánimos y
se iniciaron contactos a nivel oficial pues las obras avanzaban
vertiginosamente, pero las negociaciones con los municipios afectados ni
siquiera se iniciaban. Hubo un gran hermetismo informativo. Surgieron como
consecuencia grandes movimientos de protesta y denuncia; paros cívicos, marchas
y grupos sociales, que mediante panfletos proponían soluciones de toda índole,
formando así el gran repertorio popular de inconformidad que sumió a El Peñol
en su crisis más grande del siglo XX.
Fue tal la desesperanza y
la confusión, que se creó un ambiente dantesco, el cual en su preciso momento
fue aprovechado por el gran productor de cine Enoc Roldán (antioqueño), para
grabar allí su película titulada: “el llanto de un pueblo”.
Proyecto Hidroeléctrico.
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El municipio de El Peñol
accedió a entrar a negociaciones que le garantizaran su supervivencia y los
derechos que la comunidad tenía a poblar y defender su historia, para seguir
construyendo ese edificio social que se venía haciendo desde su fundación en
1.714. Las empresas públicas, por su parte, debían garantizar la construcción
de una nueva cabecera y la indemnización por los perjuicios.
La corporación social de
desarrollo y bienestar –CODESARROLLO-, fue la entidad encargada de realizar el
estudio sobre el municipio y las incidencias del proyecto Nare.
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En medio de muchos
intentos por realizar un acuerdo serio con las empresas públicas, el doctor
Enrique Giraldo Zuluaga (abogado constitucionalista), realizó los primeros
borradores de un posible convenio, labor que en buena hora tuvo que retomar el
doctor Juan Fernando Mesa Villa, quien trabajó muy de cerca con los presbíteros
Francisco Ocampo Aristizábal y Oscar Ángel Bernal, en la redacción de un
documento justo en el que finalmente quedaron plasmados los lineamientos de la
doctrina social de la iglesia y la encíclica Populorum Progressio (proferida
por su santidad Paulo VI), como también las necesidades de la comunidad en su
anhelo de un progreso social, donde primara una “ingeniería humana” sobre la
ingeniería de números y de exactitudes.
Entre las empresas
públicas de Medellín y el municipio de El Peñol se celebró un contrato el 12 de
abril de 1.969, que se denominó “Contrato Maestro”; documento único en su
género y sin antecedentes, que reguló las obligaciones y compromisos entre
ambas partes. Las empresas públicas, garantizaban en el, la construcción de las
obras necesarias para el normal funcionamiento de la población, durante el
primer y segundo embalse; se obligaron a prevenir los daños a las personas y
sus propiedades. En este contrato, se declaró, que las partes estaban de
acuerdo en evitar los efectos nocivos y en promover el proceso de desarrollo
del municipio en los distintos aspectos de su vida familiar, educativa,
religiosa, económica, política y social. Otro documento semejante se suscribió con
la parroquia, para garantizar la existencia de sus bienes y funcionamiento.
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De esta manera
sistemática, las empresas públicas comenzaron a desconocer lo que se había
pactado en el contrato maestro; se retardó mucho la construcción de El Nuevo
Peñol y se aceleró la destrucción y evacuación de la vieja cabecera. Algo
semejante ocurría mientras tanto en Guatapé, donde prolongados paros cívicos
degeneraron en la conformación de las fuerzas armadas de Guatapé –FAG- grupo
oscuro que llegó a perpetrar atentados contra la oficinas locales de las
empresas públicas, sus instalaciones de trabajo y sus vehículos.
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Fue entonces cuando los
policías trataron de llevar al sacerdote que precedía la procesión hacia la
cárcel, lo que degeneró en una revuelta, donde los asistentes a ésta
encarcelaron los policías.
En El Peñol se conformó
una cooperativa multiactiva, al lado de la cooperativa Antonio José Díaz,
lograron finalmente importantes reivindicaciones para sus asociados en materia
de vivienda en el Nuevo Peñol.
Mientras tanto, se
desarrollaban los contratos para la construcción de la casa de máquinas, el
canal del desvío del rio, las obras de
captación, el suministro de turbinas,
generadoras y demás equipos electromecánicos, y se continuaba también, en el
proceso de negociación de las tierras urbanas para la mudanza de la cabecera
municipal de El Peñol y el barrio La Aldea de Guatapé. El 24 de enero de 1.970,
las empresas públicas decidieron cerrar la compuerta y en 32 días se llenó el
primer embalse.
Este hecho trajo consigo
el incremento de protestas, manifestaciones y conflictos, debido a los
problemas ocasionados a los campesinos que de la noche a la mañana vieron sus
fincas convertidas
en un gran lago, sin que las empresas públicas hubieran negociado con ellos.
Cultivos perdidos y
desplazamientos de familias al área urbana, fueron el detonante de otra serie
de protestas, ya que en el contrato maestro se había pactado además, que antes
de embalsar se iniciaría de construcción de El Nuevo Peñol, lo que todavía no
era un hecho. En julio de 1.971, entró en servicio la primera unidad generadora
y en 1.972 la cuarta.
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El 25 de enero de 1.975,
en medio de un gran despliegue publicitario se comenzaron a realizar las
explanaciones en las veredas Guamito y Horizontes, para la construcción del
nuevo casco urbano, situación que generó gran incertidumbre, cuando el 25 de
septiembre de ese mismo año, el doctor Diego calle Restrepo le propuso a un
grupo de campesinos y líderes que exigían tener un nuevo poblado, a cambio de
mayores y mejores indemnizaciones para todos los habitantes.
Sobre esta situación señaló el sociólogo Orlando Saenz lo siguiente:
“La situación se tornó
entonces, verdaderamente desesperada. La posibilidad de perder definitivamente
el pueblo, generó una gran incertidumbre y condujo a los más creyentes a acudir
a las prácticas religiosas, en busca de alguna tranquilidad. La iglesia canalizó
este fuerte sentimiento religioso, a través de grupos de oración, que pasaron a
jugar un papel destacado en esta etapa del movimiento.
Así, a finales de 1.975, un grupo de pobladores plantó una cruz de madera en el sitio donde debía construirse el templo de la nueva cabecera.
Hacia este lugar comenzaron a dirigirse entonces varias peregrinaciones religiosas. En una de ellas en la madrugada del 11 de enero de 1.976, cerca de 2.000 personas condujeron la imagen del Señor de los Milagros, desde el Viejo Peñol hasta el sitio del nuevo santuario. En sus oraciones los habitantes pedían por la construcción de un nuevo pueblo, vivienda para los más pobres y seguridad en el trabajo.
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El éxodo del Viejo Peñol al Nuevo Peñol se produjo entre abril de 1.978 y mayo de 1.979, en medio de grandes desconciertos y muchas desesperanzas. Las expropiaciones de bienes inmuebles por vía administrativa y su inmediata demolición, fueron el pan de cada día. A todas las propiedades se le asignó un precio según sus metros cuadrados construidos; los árboles plantados también tenían precios predeterminados. Numerosa fuerza pública y el agotamiento de los servicios públicos básicos hicieron ver El Peñol como un pueblo bombardeado, que pedía su patrimonio urbanístico y arquitectónico, más no su fé ni su fervor de lucha cristiana, que era animado por la iglesia.
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Entre los propietarios de viviendas y sus demoledores, se presentaron serios enfrentamientos que terminaron en motines y verdaderas batallas campales, con saldos de varios heridos. Los balcones, portones y ventanas fueron entonces reutilizados en Medellín, para reconstruir el llamado “pueblito paisa”.
La última Semana Santa de El Viejo Peñol, se hizo en 1.978. Todo el sermón de las siete palabras fue predicado, por el cura párroco Oscar Ángel Bernal, quien magistralmente comparó la muerte de Jesús en el calvario, con la muerte de El Peñol en el embalse y su posterior resurrección en un nuevo pueblo. La imagen de la virgen dolorosa, elaborada por el artista Rómulo Carvajal, recorrió ese Sábado Santo las desoladas y destruidas calles de aquella población.
No así, fue la procesión de resurrección; las últimas personas en salir de El Viejo Peñol lo hicieron este día; unos a pie, otros en carro, y otros a caballo, hicieron procesionalmente su entrada al Nuevo Peñol; cargando las imágenes de los santos, el escudo de armas municipal, la bandera local y otras insignias. Fue un desfile grandioso que presagio un renacimiento.
El 23 de mayo de 1.978, se hizo el taponamiento del vertedero para la realización del segundo embalse que se llenó en 1.979, para tener en servicio en 1.980, todos los generadores instalados. Como resultado de esto, fueron afectados el 89% de las 938 propiedades urbanas de El Peñol, incluidas sus residencias, locales comerciales, colegios, escuelas, hospital, cementerio, plaza de ferias, matadero, templo, asilo y casa cural. Se causó el desplazamiento de 3.955 personas del casco urbano.
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En Guatapé aunque el problema fue de menor magnitud afectó de todos modos 124 propiedades de las 521 del área urbana y se generó el desalojo de 734 pobladores urbanos.
En el área rural, se perdieron las mejores tierras dedicadas a la agricultura y la ganadería, teniendo sus campesinos que aprender a cultivar el tomate en las laderas.
Numerosas familias quedaron sin sus propiedades y algunas escuelas
veredales quedaron situadas en pequeñas islas, debiéndose utilizar lanchas,
mientras se redefinía su reubicación.
Las aguas represadas destruyeron carreteras, caminos veredales, escuelas, puestos de salud, redes de acueducto y otros servicios comunales. En El Peñol se perdieron 3.261 hectáreas cultivadas que representaban el 35% de las tierras productivas. En Guatapé, por su parte, desaparecieron bajo las aguas el 56% de las 3.835 hectáreas dedicadas al cultivo y pastoreo.
La vida social también tuvo enormes traumatismos, pues hubo que trasladar al nuevo cementerio, 1.156 cadáveres, que sus dolientes debían reconocer antes de ser re-empacados. Empresas públicas trasladó los vivos y la parroquia, los muertos. Fueron excluidos de El Nuevo Peñol los viudos, los solteros y quienes de alguna forma vivían solos, ya que las viviendas eran solamente vendidas a familias formalmente constituidas. Los excluidos, construyeron sus propios barrios de indigencia en una zona perimetral de El Nuevo Peñol, con material reciclados de las viviendas de la vieja cabecera. Aumentó la deserción escolar y disminuyó el rendimiento académico.
Varias familias permanecieron
en el poblado semidestruído, aún
después de iniciado el represamiento,
negándose hasta el último momento a entregar las ruinas del pueblo, símbolo de
sus tradiciones y su prolongada lucha.
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Para la construcción de la
nueva cabecera, fueron estudiadas las propuestas de las firmas: “Habitar”,
“A.E.I.”, “Fajardo Vélez y Cía” y “Posada Gutiérrez”, fue escogida esta última
la cual consistía en un pueblo de sistema modular con las característica
paisajísticas esperadas por los peñolenses y donde lo urbano conservaba la
función de apoyo sobre el campo.
Ya, en el Nuevo Peñol,
todos los sectores sociales exigían solución a sus necesidades básicas, como,
dotación de la unidad educativa, alumbrado público, reubicación de escuelas, necesidad de parques,
construcción de carreteras para desembotellar comunidades rurales, nuevos
puentes sobre el embalse en puntos críticos, reconstrucción de caminos
veredales, etc. Fue así, como se comenzó a implementar el llamado plan decenal
de desarrollo, contemplado en el contrato maestro y que de alguna forma atendió
las solicitudes comunitarias.
La parroquia no aceptó el
templo que le quiso imponer las empresas públicas, por lo cual, mediante una
acción judicial, se obtuvo una indemnización con la cual se dio inició a la
construcción del actual templo, diseñado por el arquitecto Nel Rodríguez y cuyo
frontis se diseñó mediante la arquitectura de espejo, tratando de presentar una
simbiosis entre las rocas de El Peñol y de El Marial, bellas intrusiones del
batolito antioqueño en esta región.
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Es importante mencionar, que actualmente el embalse aporta aproximadamente el 12% de la energía que se utiliza en Colombia, tiene una extensión de 2.262 hectáreas, 20 metros de profundidad y 1.200 millones de metros cúbicos.
REFERENCIAS:
El Peñol Antioquia;
efemérides, El Peñol 300 años; mincultura, prosperidad para todos, pág 38, 39, 40, 41, 42, 43, 44.
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